jueves, 5 de noviembre de 2015

CERRO DE SAN CRISTÓBAL (891 m.); ¡tiene castaña!

   Octubre es un excelente mes para caminar, y hacerlo en el Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche, un día nublado, con intervalos de sutil lluvia, es sencillamente para que se te "vaya la castaña", hasta el punto, de hacer la ola y cantar a todo pulmón; "vaaamos de paseo....pi, pi, pi". Y es que, no lo pudimos pasar mejor.... 
  Comenzamos en Aguafría, una pequeña aldea con hermosas calles de trazados imposibles, perteneciente al ayuntamiento de Almonaster la Real. Se llega por la carretera N-435 que une Huelva y Badajoz.
  ¡Cuidadín, cuidadín!, que es llegar y salir de la aldea en una fracción de segundo. Nosotros nos pasamos, dimos la vuelta, entramos en la aldea, y en otra fracción de segundo teníamos tres coches atascados. En ese momento nos acordamos del paisano que, apostado en una barandilla a la entrada del pueblo, nos miraba con cara de asombro, posiblemente pensando paras sus adentro: "a que les tengo que sacar las castañas del fuego a estos forasteros". "Rierse, rierse".

La iglesia de Cristo Rey, al filo de la N-435, es el punto de partida y de llegada de esta particular ruta.  


  Después de aparcar el coche dos veces (el dueño del restaurante que hay junto a la iglesia, nos echó de su aparcamiento. ¡Tambien tiene castaña!) y tomar los bártulos, nos pusimos a andar. Cruzamos Aguafria, no sin antes dar los buenos días al paisano vigilante en la entrada de la aldea, y bajamos por un precioso camino de herradura que en menos de dos kilómetros, nos llevó a la aldea de los Romeros, la única aldea de las que visitamos que pertenece al ayuntamiento de Jabugo, las demás son de Almonaster. La corta distancia hasta esta aldea, sirvió para tomar contacto con la naturaleza, y para darnos a conocer entre nosotros, ya que en esta ocasión, el grupo tenía dos nuevas incorporaciones y otros no habían coincidido nunca.

Aldea de los Romeros.

   Las tranquilas calles de Los Romeros con su agradable calma, invitaban a conversar plácidamente, hasta que a las afueras, nos encontramos con los lavaderos y comenzó el cachondeo.

Lavaderos de Los Romeros.

   Con la ropa lavada y recién planchada, nos encaminamos a la aldea de La Canaleja. Tres kilómetros y medio, más o menos, de senderos con leves desniveles del terreno y siempre bien acompañados a ambos lados del camino; a veces de encinas, a veces de olivos, otras de chopos enlazados en zarzas, bosques en galería y plantas trepadoras.


Un camino cómodo, con todas las comodidades.
Pasando el Arroyo de La Sierra
El alimento de los "pata negra"
Las setas también estuvieron presente durante todo el recorrido,
   
  Pero lo bueno se acaba pronto, y pasada La Canaleja nos tocaba superar un desnivel positivo de trescientos cincuenta metros, con el miedo metido en el cuerpo. Y digo lo del miedo, no por la subida, sino porque saliendo de la aldea, unos vecinos nos informaron de que se estaba llevando a cabo una montería. Pasado el desconcierto lógico del momento, decidimos continuar poniendo los cinco sentidos en alerta y olvidarnos por el momento  del sexto (el común), .
   El sendero es bonito a no poder más, encajonado entre muros de piedras y erosionado sin piedad por el agua de lluvia, va ganando altura sin descanso hasta llegar al Puerto de las Encrucijadas.  

En fila india y preparados para el cuerpo a tierra en caso de disparos.

¿Es bonito?

  El agua comenzó ha hacer acto de presencia, embelleciendo aún más si cabe, estos agraciados parajes que nada tienen que envidiar al norte de España.  

Paquito, protegiéndose de la lluvia.

  En media hora, la montería había pasado al rincón del olvido y la conversación no tardó en centrarse en un tema tan recurrente como es el de la comida. La boca se nos hacía agua imaginándonos frente una crema de boletus con castañas y berenjenas, o a un plato de conejo con castañas y setas, o de pavo con vino y castañas, o un pudding de castañas, o un brazo de gitano de chocolate relleno de crema de castaña,,,,,o a un buen plato de patatas con chorizo y dos huevos fritos.


¡¡ Qué hambre da el campo !!

  Al llagar al Puerto de las Encrucijadas, giramos a la izquierda por un camino forestal que enlaza con el punto más alto asfaltado de la provincia de Huelva; El Cerro de San Cristóbal. 
  Dos miradores tiene este cerro, uno al norte, con vistas de decenas de kilómetros del Parque Natural, y otro el sur, con Almonaster la Real en primer plano y una panorámica inolvidable de gran parte de la provincia de Huelva. 


Mirando al norte.
Mirando a  la cámara.

   Tirando de mapas, no termino de aclarar el nombre exacto del lugar que pisamos. 
  Los paneles informativos indicaban que estábamos en el Cerro de San Cristóbal a 891 m. sobre el nivel de mar, sin embargo, el Instituto Geográfico Nacional, del Ministerio de Fomento, y el Instituto de Cartografía de Andalucía, indican en sus planos que estábamos en la Sierra de San Cristóbal, y que su punto más alto se llama Almonaster (912 m.), coronado con un vértice geodésico de la Red de Orden Inferior (ROI). Como dijo el otro: "esto se pasa de castaño oscuro".
  El vértice no lo vimos, supongo que se encuentra dentro del recinto cerrado que alberga varias antenas de televisión. Pero bueno, eso no nos va a quitar el sueño, ni la lluvia, que en ese momento comenzó a caer, nos iba a quitar el hambre.  

Reír (Ana), comer (Paco), pensar (Jesús).
  
  Sobre la una de la tarde comenzamos la bajada por la cara sur de la Sierra de San Cristobal. Debido a la lluvia, lo hicimos con mucha precaución, como aconsejaba un cartel al comienzo del sendero. El bosque de encinas y los castaños, dieron paso a los pinos de repoblación.

Pasito a pasito se llega lejos.

  Enlazamos con la carretera asfaltada, donde nos cruzamos con varios esforzados ciclistas que transmitiendo parte de los riñones a los pedales, subian la cuesta. También animamos e impulsamos a una chica, que se había entregado al placer de andar acompañada de su bicicleta, para que alcanzara a los que iban por delante.
  Entre carretera, senderos, charlas, chistes y batallitas nos acercábamos al siempre presente pueblo de Almonaster. 

Almonaster la Real en el límite del Parque Natural.
   La palabra almonaster, es un término de origen latino que significa "el monasterio" y procede del árabe Al-munastir, pero de monasterio ni rastro (¡tiene castaña!). Lo que si ha sobrevivido desde hace doce siglos (más vieja que Mariacastaña), es la única mezquita rural que se mantiene en pie en suelo español.
   Una vez que llegamos a Almonaster, decidimos con muy buen criterio, visitar "la joya de la corona".

Torre o alminar, depende de la época.

  Esta coqueta construcción, menos monasterio, ha sido de todo; basílica visigoda en el siglo VI, oratorio islámico durante el Califato de Córdoba (S IX y X) y ermita tras la conquista, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción Además, está emplazada dentro de un castillo medieval y tiene una plaza de toros adyacente a una de las paredes de la mezquita. 

De izq. a dech; Baldo, Maricarmen, un servidor, Ana, Susana, Vero, Yoli, Juan, Jero, Paco, Jesús, Farú dando el culo a la cámara y Juan detrás de ella.

  Visitamos el interior de la mezquita del mismo modo que la aldea de Aguafría, es decir, entramos en tropel por el patio de abluciones y en dos minutos salimos por la puerta de enfrente (el campo, como dice Juan, nos embrutece hasta límites insospechado. jeje).


El ritmo del senderista no es compatible con el turismo cultural.
Patio de abluciones (sahn).

A la izquierda, el Mihrab en el muro de la qibla.

 
Entrada a la plaza de toros.
  

   Salimos de Almonaster con el estómago lleno y más contento que unas castañauelas, lo hicimos por la carretera que une Cortegana con Aracena (A-470), cantando y haciendo la ola, como chiquillos en viaje de fin de curso. 
   Averiguamos el punto de salida de la carretera y continuamos nuestro camino a la aldea de Calabazares. El sendero, en su mayor parte empedrado, sigue estando flanqueado por los habituales muros de piedra con abundante vida vegetal enraizada entre sus grietas. También salen a nuestro encuentro quejigos mezclados entre alcornoques de gran porte, dando al paisaje un encanto especial. 
Paso por el Barranco del Venero.



Sin palabras....... La charla la llevan ellas.
   Dos kilómetros para hacer una agradable digestión y llegamos a un ramal de la A-470, la carretera de Calabazares. A los pocos metros de estar en ella, nos desviamos, a la derecha, por el Barranco de La Parrilla y bajamos al puno más bajo de esta ruta; Calabazares. 

Iglesia a la entrada de Calabazares.
 
   Atravesamos la aldea de este a oeste, es decir, de cabo a rabo y salimos de ella por un sendero, con un desnivel considerable,  que parece abandonado a las fuerzas de la naturaleza, este nos lleva de nuevo a la A-470. Es por esta carretera por donde entramos en Los Molares, la última aldea que visitaremos.     El nombre de Los Molares procede de las piedras de gran tamaño, llamadas muelas, que se utilizaba en los molinos para moler el grano. 


El otoño impone su color.
     
   Salimos cantando de Los Molares, por una preciosa senda, pensando que no llevábamos en la mochila ni una triste castaña. Los últimos castaños, los dejamos en el Puerto de la Encrucijadas, pero nos vinimos arriba cuando cruzamos la N-435, por el Puerto de la Cruz, y reaparecieron en el suelo de nuestro camino, las bolitas espinosas. Iniciamos la recogida de castañas para llevarnos un recuerdo, que días más tarde, cuando las comíeramos, nos trasladara a estos bellos parajes, alargando desde el recuerdo los momentos vividos. 


En plena campaña de recolección.

   Para terminar, bajamos por el Barranco de los Clementes y llegamos justo al punto de partida. Habíamos recorrido algo más de veintidos kilómetros en siete horas y media, terminando, también justo, a la hora del café.
  Nos trasladamos para la merecida merendola, hasta Fuenteheridos, donde Maricarmen y Toñi, volvieron ha hacer gala de su generosidad, plantando en la mesa un riquísimo bizcocho de chocolate sin castañas.

La hora feliz.
Nacimiento del Río Múrtigas en Fuenteheridos. Mantiene un caudal estable de dos millones de litros al día.
 
  Visto lo visto, quedo magnetizado del hermoso paraje que ofrece esta Sierra de Aracena, cautivado de sus tranquilas aldeas, de sus caminos empedrados, de sus cantarines arroyos, de sus extensas dehesas de encinas, de sus gigantes alcornoques, de sus montes y sus monterias, de sus cerros y sus antenas, de sus casetas de vigilancia y su vigilante, de sus castaños y sus castañas.....
 ¡Que ricas!
   
  

  Y, vivido lo vivido, quedo dichoso de lo bien que lo pasamos, de las risas que echamos, de las anécdotas que contamos, de las olas que hicimos y de las canciones que no cantamos. 
  ¡Pero bueeeno!, ya está bien de "dar la castaña", que me voy a comer unas castañitas asadas del lugar.

Fin.
   




Fotos de Maria del Carmen y mias.









1 comentario:

  1. como siempre de ckrac manuel ruta muy bonita y sobre todo la compañia fue muy divertida

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